El domingo, mi marido que regenta un restaurante en Madrid en el
barrio de Chueca (Gastromaquia C/ Pelayo, 6), trabajaba, así que bajé a comer
al restaurante con mi hermana y los niños.
El plan inicial era ir con ellos al MuseoNacional de Ciencias Naturales y luego comer en Gastromaquia. Parecía el plan
perfecto, salvo porque había otras mil personas que habían pensado también
pasar por el museo. Había una cola que ni Doña Manolita en Navidad, así que no
nos quedamos porque la verdad es que estaba a punto de llover y ya me veía cómo
iba a acabar la idea: pasada por agua.
Intentamos visitar el Palacio Real, que en
principio nos quedaba bastante cerca para luego comer, y mi hija también estaba
interesada, yo creo que más por el hecho de ser un palacio y ver si es como el
de Cenicienta y las demás princesas. Otro intento fallido, imposible encontrar
aparcamiento, y eso que el día no prometía, pero se ha debido ir tanta gente
fuera de Madrid, como la que ha venido con ganar de visitar las zonas más
emblemáticas. Buscando y buscando parking, encontré un hueco justo delante del
restaurante. ¡Menuda suerte!, así que dejamos ahí el coche y fuimos a dar un
paseo andando.
El paseo duró menos que lo que tardo en escribirlo, así que vuelta
al restaurante y a comer pronto. Un fastidio pero con la comida se pasó todo.
No es porque sea mi marido, pero la verdad es que está todo buenísimo.
Pedimos: Guacamole con chips de plátano macho, croquetas de boletus, mejillones tikka masala, patatas bravas con dos salsas y fideua. Como postre mi marido la dejó participar a Amalia y nos hicieron un Drácula (frambuesa, helado de vainilla y reducción de coca-cola). A Amalia le encanta ir a comer al restaurante y que juntos hagan el postre.
La nota divertida fue que cuando nos pusieron las patatas bravas en la mesa, Amalia no entendió eso y le pareció raro, así que repitió extrañada: "¿mamá, patatas bragas? menudo nombre", jajaja.
Mañana más y mejor. Un beso.
Mañana más y mejor. Un beso.
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